


De las muchas preocupaciones diarias del arquitecto, la preocupación por un buen diseño, que cumpla los estándares de belleza, utilidad y funcionalidad, es uno de sus mayores intereses. Sin embargo, en ocasiones las situaciones impiden un adecuado desempeño, el ánimo no es el mejor, o el estrés está a flor de piel.
1. Entienda qué es un diseño arquitectónico
Aunque parece obvio, muchos arquitectos fallan precisamente porque ignoran lo básico, y lo básico es tener claro qué es un diseño arquitectónico. Cuando el concepto esté interiorizado y digerido por su mente, con más precisión sus esquemas serán bastante llamativos. Aquí está la definición: “el diseño arquitectónico se entiende como la transición de una idea subjetiva y materialización de la misma o bien, como una metáfora proyectada en un espacio que da sentido al hacer arquitectónico”.
2. Busque un concepto y trabaje sobre él
El diseño arquitectónico, como todo diseño, requiere de una idea que guie la composición, las formas, el porqué de ser de la creación. Así que antes de derrochar energía tómese el tiempo e identifique cuál puede ser ese concepto que soporte su idea. Al instante, encontrará, por arte de magia, los elementos necesarios y suficientes que conferirán rigor a su propuesta.
3. Apele a los principios de composición
Después de tener firme qué desea dar a conocer, o construir, apele a las reglas y normas que orientan la acción del arquitecto y cualquier artista. Fíjese en la unidad, repetición, ritmo, movimiento, direccionalidad, modulación, contraste, equilibrio y orden. Al contener estos aspectos, seguro la confección brillará.
4. Permita que el diseño repose
Finalmente llega la grandeza con el respiro de la creación. Como dice el génesis en la biblia, Dios al séptimo día guardo calma. Haga lo mismo; una jornada será suficiente. Las labores más acabadas no son perfectas al instante, son perfectas por el trabajo y edición del artista, en esta ocasión por el trabajo y edición del arquitecto.